Sevilla, 1968. Tras una supuesta aparición de la Virgen María en una finca cercana al municipio de El Palmar de Troya, videntes y vecinos en éxtasis empiezan a proliferar en la zona. Desde ese momento, El Palmar pasa de ser un pueblo perdido a aparecer en las portadas de medios de comunicación de todo el mundo. En ese momento aparecen Clemente Domínguez y Manuel Alonso, dos personajes fundamentales en esta historia. Comienza una lucha por el poder. Pronto surgen roces, incredulidades, devoción y tensión entre los videntes.
Después de un accidente, Clemente se queda ciego, desvalido y hundido anímicamente. Con la ayuda de los palmarianos más fieles y, sobre todo de Manuel Alonso, Clemente se recupera y retoma la fe en sí mismo y se toma el accidente como una prueba. Su discurso gana adeptos en todo el mundo y se acaba proclamando Papa de El Palmar de Troya, desafiando incluso al Vaticano.
Clemente está en un momento de éxito total y vive sumergido en una borrachera de poder. Envalentonado, y con todo a su favor, anuncia que Dios le va a devolver la vista, pero el milagro no ocurre y comienzan las primeras tensiones internas. Fiestas, relaciones homosexuales, sospechas de abuso y el negocio en el que se está convirtiendo la congregación, genera una pérdida de confianza que acaba con excomuniones y expulsiones de la orden. El final del primer papado palmariano está cerca.
Manuel Alonso sucede a Clemente en la cabeza de la Iglesia Palmariana, pero su papado dura poco. Pronto surge la figura de Ginés Hernández, que ha aumentado su poder en la sombra y que no tarda en proclamarse Papa bajo el nombre de Gregorio XVIII. Con Ginés comienza la época más oscura de la orden, pero su relación amorosa con Nieves Triviño, una de las monjas de El Palmar, hace que se relajen algunas de las normas más duras. Es el principio del final.