Marzo de 1493. En España sólo se habla de la gesta de Cristóbal Colón, que aunque ha conseguido demostrar sus teorías a su Reina y al mundo entero, sigue convencido de haber llegado a Asia y no a un lugar aún sin nombre. Su segunda expedición no será un viaje de exploración y descubrimiento, sino de conquista. Con 17 naves y casi 1.500 soldados, monjes y caballos, su nueva misión es evangelizar las nuevas tierras, por las buenas o por las malas. Y aunque creen llevar la palabra de Dios a bordo, quien viaja con ellos es el mismísimo diablo; Alonso de Ojeda. Apodado "el pequeño capitán", Ojeda es pendenciero, duelista, valiente, vengativo, cruel. Cuando llega al Nuevo Mundo, la expedición comprueba que los indios han asesinado a la guarnición que permaneció en esas tierras. No es necesaria una declaración de guerra: el choque entre españoles e indios es ya inevitable. Y Ojeda es el primero que hará la guerra por su cuenta. En junio de 1496, tras dos años de sangrienta expedición, tras haber destrozado las actuales Cuba, Haití y República Dominicana y haber descubierto las Antillas, Jamaica y Puerto Rico, Cristóbal Colón regresa a España. Ya no es él el héroe del descubrimiento: el nuevo ídolo de la conquista se llama Alonso de Ojeda. Y en 1499 será Ojeda quien vuelva a zarpar desde España con Juan de la Cosa y con un italiano no demasiado fiable llamado Américo Vespucio.