El vídeo falseado se emite y… se convierte en un bombazo. Tanto que el director general de TVE decide recortar el programa de Irene y dar una sección propia a Aníbal y Aparicio. El problema es que sólo uno ellos puede presentarlo. Los inseparables amigos competirán para ponerse delante de las cámaras.
Como Aníbal se opone a volver a hacer montajes, su sección en el programa resulta cada vez menos interesante e incluso, a veces, ridícula. El director general amenaza con cancelarla si no consiguen algo espectacular. Un soplo de Leticia, secretaria de redacción, les llevará a una supuesta casa encanta.
Los montajes de Aníbal, Aparicio y Lola se suceden, cada vez con más éxito. Pese a que habían acordado destruir todas las pruebas, Lola, orgullosa de sus obras, se ha guardado algunas. Irene sospecha que todo es una patraña y tratará de desenmascararlos. El futuro de los tres pende de un hilo.
El padre de Aníbal, un severo militar retirado, viene a ver el programa de su hijo. Don Alfonso de Vicente es muy crítico con su hijo, al que siempre compara con su hermano, fallecido heroicamente la guerra de África. Sin embargo, la invitada del programa, una modesta vidente, descubre que la historia del hermano de Aníbal no es tan modélica como él creía.
Aparicio, Aníbal y Lola regresan de Palomares habiendo visto a un alienígena pero, sin haber podido grabarlo. Así que deciden recrearlo. Gracias al talento de Lola, ese extraterrestre parece absolutamente real. Incluso Irene parece impresionada.