Desde 2007 hasta 2013, una familia rusa de clase media del pequeño pueblo de Divnoye de poco más de 14.000 habitantes, en Stavropol, al suroeste de Rusia, asesinó a más de treinta personas para conseguir dinero y por pura diversión. La madre, algunas fuentes dicen que enfermera y otras que profesora de guardería, de 46 años, y el padre, dentista de 35, junto con sus dos hijas, una de ellas menor de edad, disfrutaban torturando y matando sádicamente a sus víctimas, algunos casos niños, y a pesar de ello, ellos mismos y el entorno que les rodeaba, se veían y les veían como una familia “normal”.