El rey Juan Carlos I se queda sin un propósito claro. Un animal político como él, necesita algo más que inaugurar actos y pronunciar discursos. El rey pone al servicio de los políticos españoles su agenda personal, una lista de contactos que facilitan el trabajo y los éxitos de los ministros de Exteriores españoles. Pero el rey también tira de su agenda para otros intereses que no siempre son los del país. Algunos problemas de salud hacen al rey replantearse su propio destino.